"¡Serías un buen sacerdote!"

El discernimiento vocacional, más allá de las expectativas ajenas.

"¡Serías un buen sacerdote!"
Cortesía: Julián Iglesias / Cathopic

Quizás sea el momento de hablar de unos sentimientos complicados. No me refiero ni a la euforia de sobrevivir otra temporada de exámenes ni a la aflicción de un amor de verano perdido, sino a la desolación causada por desconocer la voluntad de Dios en mi vida. Menuda sorpresa, resulta que la espera de los tiempos del Señor choca bastante en una cultura que todo lo desea al instante.

Es imposible negar lo cómodo que resulta culpabilizar a quien carece de culpa, no sea que la autocrítica pueda hacerme daño: a lo mejor mi falta de conversión es lo que está atrasando esa respuesta que tanto ansío. Dicen que Dios habla en el silencio, pero yo sigo ahogado en el ruido del mundo.

Vale, recapacito: quizás no estoy haciéndolo todo bien; pero, ¿qué significa “hacer bien las cosas” en lo que a descubrir la voluntad de Dios respecta? Si he crecido en una sociedad que espera poco menos que respuestas inmediatas y satisfacción al instante, a lo mejor debo plantearme ir a contracorriente para poder discernir mi llamado correctamente.

Se tratan de dudas e inseguridades compartidas por muchos jóvenes católicos, y puede parecer algo alocado el mero hecho de "dar un parón" para discernir la voluntad de Dios. Nos preguntamos si realmente estamos haciendo pasos hacia ese camino correcto, pero se nos presenta todo un clásico: “eres un chico creyente, devoto, de mucha oración… ¡seguro que serías un buen sacerdote!”.

Es una pregunta que formulan muchos, y no es necesariamente mal intencionada. Pero, aun así, ¿se trata verdaderamente del plan que tiene Dios para mí, o son las expectativas que tienen otros de mí? Y, en ese caso, ¿qué pasa si mi camino va más allá de lo que otros esperan? ¿Debería sentir que mi búsqueda de la santidad solo tiene sentido si termina en el sacerdocio?

También se nos puede presentar la tentación de querer mandar a alguien al seminario porque el pobrecillo parece no tener éxito en su vida amorosa, pero esta es una actitud a evitar, no sea que acabemos desvirtuando de cierta forma la gran importancia y el respeto que se ha de tener hacia el sacerdocio.

La verdad es otra, y es que una vocación genuina no se va a hacer ver sin oración, sin un correcto discernimiento, o sin una buena dirección espiritual. Para este punto pueden servir de mucho apoyo las vidas de santos y los muchos testimonios de quienes han terminado por abrazar el sacerdocio, en particular de los sacerdotes y seminaristas de nuestra propia generación, donde se puede de forma clara la acción de Dios en sus vidas. Solo así podremos encontrar nuestra verdadera vocación y vivir una vida de autenticidad y propósito en la fe católica.

El camino de la santidad es diverso y enriquecedor, y es un camino que cada uno de nosotros debe recorrer con humildad y confianza en la voluntad de Dios. Es hora de liberarnos de las expectativas ajenas y abrazar el camino que Dios tiene preparado para nosotros, sea cual sea. Se trata de un llamado a la vocación de corazón, un camino que solo podemos descubrir a través de la oración y la escucha atenta a la voz de Dios en nuestras vidas.