Navidad prematura

Aprendiendo a vivir en el presente (litúrgico)

Navidad prematura
Cortesía: Thomas Kelley / Unsplash

Una vez acabado el resacón del Halloween, se retiran sus macabras decoraciones para desenterrar ya los ornamentos navideños. Los ayuntamientos comienzan a encender sus luces festivas (cada vez más desasociadas del misterio de la Navidad), frecuentan los anuncios de juguetes en la televisión, y los centros comerciales empiezan a reproducir villancicos por su megafonía, en el hipotético caso de que contemos la hipersaturada canción de Mariah Carey como tal.

Se solían repartir regalos en memoria de San Nicolás, conocido por sus actos de caridad con los más desfavorecidos, que posteriormente sería caricaturizado en el comercial Santa Claus (que apenas conserva los colores y la costumbre asociados al santo) quien los reparte en víspera de Navidad. En el mundo hispano resulta ligeramente más complicado secularizar esta costumbre, teniendo en cuenta que quienes reparten los regalos suelen ser los Reyes Magos o el Niño Dios.

Y además, se tiende a poner el nacimiento o Belén, que no deja de ser una pequeña catequesis sobre lo que celebramos para quienes no creen - de ahí que desde el postmodernismo se impulsen esos "nuevos Belenes" que eclipsan esta realidad.

Ahora bien, los tiempos son los que son, y todavía no estamos en Navidad. ¿Cerca? Bueno, queda más de un mes. Primero nos toca afrontar el fin de año (en el sentido litúrgico, que concluye con la fiesta de Cristo Rey) y luego empieza el Adviento; que no es la Navidad, sino el periodo preparatorio a ella.

La relación entre Adviento y Navidad es algo así como la que hay entre Cuaresma y Pascua, un periodo de conversión para prepararnos para la fiesta grande. De hecho, tradicionalmente se ha entendido así, teniendo el Adviento un carácter sacrificial similar al tiempo preparatorio a la Pascua.

También cabe destacar que, aunque nos estaremos preparando para celebrar la primera venida de Cristo, el Adviento también nos prepara para la segunda, profetizada en la Biblia y por profesada por nosotros en el Credo niceno-constantinopolitano (el Credo largo, para entendernos):

[...] padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer díasegún las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. [...]

Cabe mencionar brevemente al Camino Neocatecumenal, que cantará este himno en Adviento, el cual resalta este poco hablado aspecto del tiempo litúrgico en el que nos adentramos:

Una voz recia disipa con sus ecos la oscuridad.
Lejos el ensueño, Jesús brilla ya.
Levántese el alma entorpecida
y deje de arrastrarse por el suelo.
Amanece una nueva estrella.

Ved que se nos envía un cordero,
para satisfacer gratuitamente nuestras deudas,
vayamos a él con lágrimas, pidámosle todos perdón,
para que cuando aparezca glorioso en su segunda venida,
y llene el mundo de espanto, él nos proteja piadoso.

Recordad, no son unas fiestas más: celebramos que Dios ha nacido. Vivamos pues, una Navidad y una preparación a ella como Dios manda: oración, conversión, y amor al prójimo.